Bonneville. Capítulo 9: Directo al grano



        Llevaba un par de días observando desde mi coche, sin que hubiese ocurrido nada digno de mención. Aunque en realidad habían ocurrido muchas cosas. La pareja gay del 3º D, del mismo portal que Silvia, había discutido. Al dueño del bar donde comía el menú le llegaban cartas de 3 empresas distintas de créditos rápidos. Vaya con la crisis. Y el teckel de una señora que vivía dos calles más arriba tenía diarrea, pero se estaba recuperando.  Todo moderadamente interesante, pero ninguna información por la que nadie me estuviese pagando.

Llamé al interfono y, al decir quién era, Silvia me abrió sin hacer más preguntas. Un minuto más tarde, una Silvia en bata me abría la puerta de su casa. Ah, cuántos compañeros suyos habrían deseado estar en mi pellejo. Pero había decidido que yo iba a ser ese tipo frío, inalterable por las pasiones comunes. Y además llevaba un par de semanas con la foto de la chica desnuda en la cartera. Eso afecta al proceso natural de seducción. Es como ver una película de misterio sabiendo quien es el asesino.

- Mario me dijo que usted había ido a verle.
- Un buen chaval.
- Estaba a punto de desayunar, ¿quiere un café?
- Claro.

Salimos a la terraza a tomar el café. Seguro que al desayuno en la terraza de Silvia también se habría apuntado más de uno. Alguno que no hubiese pasado la noche haciendo guardia en el coche, claro.

- Vayamos al grano – dije tras dar un par de sorbos a mi taza.- ¿Qué y cuánto?
- ¿Qué y cuánto?
- ¿Qué y cuánto te metes? Coca, heroína, éxtasis… a canuto no huele, así que dime, acabaremos antes.
- Yo no consumo drogas – contestó muy sorprendida de mi conjetura
- Pues es una pena. Porque era una historia estupenda, y cuadraba casi todo. ¿Te la cuento?

Ella asintió con cierto temor. Intentó adoptar un gesto de negación displicente. Ese con el que decimos “No has dado ni una”. Salvo que ella ya puso esa cara antes de que empezase a hablar. Precoz, para variar.

- La historia va así. Una chica bien. Que sale con un chico bien. Y un día, por ahí, como sea, se enrolla con un chulo de mierda. En un bar, o algo así.

Ella torció el gesto al saber que tenía localizado a Víctor.

- Ya sabes, uno de esos chicos malos que tanto les ponen a las pijas. Un camello guapete, con ganas de prosperar. Comparten un par de rayas, o lo que sea. Y la chica compra. Y como le gusta el chico, y lo que sea que se meten juntos, le sigue llamando. Días de coca y rosas, o algo así. Sólo que el chulo no es tonto, y aparte de cepillarse a otras… – esto lo metí de mi cosecha, ahora podía ser un buen momento para que los celos entrasen al juego. Intenté cazar alguna reacción en su rostro, pero no movió ni una ceja – Aparte de cepillarse a otras, digo, se da cuenta que tiene un chollete entre manos. Porque la chica bien le compra hasta la coca que se meten los dos. Un negoción. ¿Voy bien?
- No, pero estoy deseando saber cómo sigue – la ironía le salió casi perfecta, pero me dio la sensación de que alguno de mis tiros al aire había dado en la diana.
- Bueno, el caso es que la chica se siente culpable, porque está engañando al chico bueno, así que quiere terminar con el chulo, y de paso dejar de meterse. Pero el chulo le tiene echado el ojo a una moto nueva. Una Triumph Bonneville. Muy bonita. Aquí la historia se nubla un poco. Probablemente discuten, o él se huele que le quiere dejar. El caso es que él aprovecha una de las visitas que le hace a la chica para hacerse con una copia de unas fotos que ella le ha enseñado. En las que sale muy guapa. Que probablemente tiene guardadas en un portátil como ese que está en el salón.
- Tengo un portátil, qué observador. Me quito el sombrero.
- Sí que soy observador. Podría pintar de memoria los lunares que la chica tiene en la ingle izquierda. – Saqué la foto y la puse sobre la mesa. Sólo para molestar.- Pero sigamos, que todavía no he terminado. El chulo decide que le puede sacar la pasta a la chica, por las buenas o por las malas. O mejor aún, ¿por qué beber del botijo, cuando puedes ir a la fuente? Así que el gilipollas de él, manda las fotos al padre de la chica. El padre contrata a un detective, muy listo, y con un rudo atractivo viril. El detective da con quien hizo las fotos, que es el chico bueno, el chico bueno habla con la pija. La pija se da cuenta de la historia, y habla con el chulo. Y acuerdan retomar la relación erótico-comercial que mantenían antes, para tener a papi ignorante de la vida disipada de su nena. Que a papi no hay que darle disgustos. Él acepta no pedirle dinero al padre, ella acepta ir dándoselo,  vuelven a meterse, vuelven a acostarse y el chico se compra la moto con la pasta que le da la chica. Y hasta ahí llego.

La última parte fue la que menos le gustó. Desvió la mirada un par de veces. Y miraba hacia el edificio de enfrente cuando se dignó a contestarme.

- Tiene mucha imaginación.
- Eso me lo dicen mucho.
- La historia está muy bien, pero no tiene nada que ver con la realidad.
- Bueno, es una reconstrucción. Siempre se añaden detallitos.
- Víctor no me necesita a mí para comprarse una moto.
- Puede ser, igual me he equivocado en lo de la moto. Vale, pues tenía la moto ya de antes.
- Pues sí, cuando la conocí ya la tenía.

La chica era rápida en apuntarse a una mentira. Qué fallo más tonto. Paladeé el dulce sabor de la victoria. El pillar al otro de farol. Podría vivir de esa sensación, de whiskey y cacahuetes. Rematé lo que quedaba de café antes de empezar mi retirada.

- Bueno, pues nada, me he equivocado. Lo siento mucho, no quiero ser una molestia. Yo me voy.

Me miró atónita.

- ¿Y ya está?
- Claro, mujer. No me voy a quedar aquí mientras me sueltas mentiras y chorradas. Mi historia ya la tengo. Y si la verdadera no es exactamente esa, será una muy parecida.
- Un momento, ¿qué va a hacer?
- Hablar con tu padre. Es mi trabajo. Le contaré todo esto que te he contado a ti, pero con algún “quizá” y algún “probablemente” que añadiré para quedar bien.
- Eh, un segundo…
- Tu padre llamará a alguien, seguro que tiene a quien llamar para estas cosas. Un par de tíos visitarán a tu amigo Víctor, y le harán comerse la moto. Esperarán a que vomite y se la harán comer otra vez. Tu padre te cerrará el grifo, y volverás a casita de papi y de mami, para no que no te descontroles tanto. Ah, y también le devolveré una llamada a Mario. Pobre chico, tan majo… merece saber qué es lo que ha estado pasando a sus espaldas, ¿no?

Dije todo esto mientras me levantaba de la silla y me ponía el abrigo. La cara de Silvia pasó de la preocupación al llano y simple terror.

- No puede hacer eso.
- Puedo y debo. Ya te lo he dicho: es mi trabajo.
- Le he dicho la verdad, no es eso lo que ha ocurrido.
- Claro, eres sincera y transparente, como un manantial de la montaña. Sólo que muy lista no eres, o no estarías en este lío. No se miente en algo que se puede comprobar tan fácilmente.

Dejé encima de la mesa una copia del registro de tráfico de la Bonneville de Víctor. Comprada hacía dos semanas.

- Esa moto se la ha comprado con tu dinero. Y no sé si es por drogas, o por qué. Pero te ha estado sacando pasta y piensa seguir haciéndolo, a no ser que alguien le pare. Mañana iré a ver a tu padre. Si quieres algo de mí, estoy en la guía de teléfonos.

Me largué antes de dejarle decir nada más. Habría podido quedarme, y escuchar una nueva mentira. Por el momento, me gustaba más mi historia. Me había quedado muy bien.

(Continuará)

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